Viernes-Negro

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Las sombras del Viernes Negro

 

“Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar el dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para crear impresiones que no durarán en personas que no nos importan”.

Emile Henry Gauvreay

 

Lo recibí igual que otras decenas de miles de dominicanos. El mensaje de mi empresa de courier, para indicarme que un día de estos de noviembre tendría la razón perfecta y el momento ideal para descuartizar mi alcancía (un infeliz puerquito de cerámica en su imagen publicitaria) y gastar mis ahorros: ¡Se acercaba el Black Friday (“Viernes Negro”, en español)!

Así veremos como, en las próximas semanas, sin siquiera haber llegado a las Navidades, estaremos bombardeados de mensajes publicitarios motivando un consumo extraodinario en un día que, hasta hace muy pocos años, pasaba por desapercibido en la República Dominicana.

Es irónico que justo se celebre este oscuro, orgiástico y vacuo día dedicado al consumismo un mes después de que celebramos el Día Internacional del Ahorro, un día después de que los americanizados celebran el Día de Acción de Gracias (por lo que tienen, no por lo que les falta) y un mes antes de celebrar el Día de Navidad (cuando se nos invita a pensar más trascendentalmente en lo que es verdaderamente valioso).

El Día Internacional de Ahorro, celebrado tímidamente por alguna que otra de nuestras entidades financieras, pasa totalmente por desapercibido al compararse con el nivel de bombardeo mediático al que desde ya estamos sometidos para comprar, gastar y consumir.

El “blitzkrieg” publicitario no proviene solamente de las tiendas y los centros comerciales, ya que a ese bombardeo aportan también los mismos bancos que aprovechan para duplicar límites de crédito (inconsultamente), aprobar tarjetas y líneas de crédito y motivarte a que, si lo quieres, te lo saques de la cabeza.

Si se cree que exagero, le recuerdo que según un análisis realizado por Argentarium conjuntamente y con la masiva base de datos de Cardnet, el procesador de pagos líder en la República Dominicana, en 2014 el día que mayor cantidad de compras plásticas se realizaron fue… ¡El “Viernes Negro” de ese año!

No el día de San Valentín (RD$670 millones), ni el de las Madres (RD$631 millones), ni el de los Padres (RD$636 millones), ni siquiera los días previos de Navidad (RD$888 millones). ¡Qué va! Ha sido ese injerto cultural del “Black” cuando, por lo menos en el 2014, colectivamente los dominicanos gastamos (¿despilfarramos?) más de RD$1,019 millones.

El fenómeno del Viernes Negro es relativamente reciente en la historia del gran comercio. En Estados Unidos surgió hace tres o cuatro décadas y, según algunos autores, lo de “negro” es porque, hasta ese día, los comercios solo habían acumulado pérdidas en los meses previos entre enero y octubre. En nuestra más arribista sociedad del consumo dominicana, a penas tiene tres o cuatro años, pero ya alcanzó igual nivel de importancia que en el Norte.

El consumo inteligente

Como consumidores, tenemos que hacer consciencia de lo débil, impulsivos e irracionales que podemos ser al momento de disponer de nuestros ingresos. Entramos a un juego, el del mercado y el consumo, en el cual, si fuera un casino o banca de apuesta cualquiera, muy difícilmente la casa perderá.

“Los mercados competitivos por su propia naturaleza engendran decepción y trampas” es la frase que The Economist utiliza para presentar un libro, no de Marx, sino de dos Nóbeles capitalistas como Akerlof y Shiller en pleno 2015.

Los “ganchos” están ahí. Desde consumir con tarjeta de crédito (en las que gastaremos el doble que si pagaramos en efectivo), hasta poner precios sin redondear (RD$999 y no RD$1,000) e inventarse días de consumo (como “Black Friday”, San Valentín y cualquier otra cantidad, invento exclusivo de mercadólogos y comerciantes).

¿Qué hacer? Los consejos pecan de simplistas, pero precisamente por su simpleza y claridad, los descartamos e ignoramos. ¡Igual que el sentido común!

¿Realmente tienes que cambiar tu televisión? ¿Tu vehículo? ¿Por qué lo estás haciendo? ¿Estaba en tus planes el gasto? ¿Era una meta tuya y de los tuyos esa adquisición? ¿No hay otras más importantes? ¿Te obligaste a comprar algo porque un amigo o vecino lo hizo y, como si fueras borrego, te lleva a imitarlo?

¿Sinceramente entendemos que, después de un punto básico, en lo material no está la felicidad? ¿Que ese celular (laptop, vestido, reloj, ¡lo que sea!) en el que hoy gastas lo que no tienes por tener la última tecnología en seis meses lo vas a querer cambiar o te habrás olvidado de el?

¿Vemos, como queda demostrada en decenas de estudio, que más que lo material, lo verdaderamente importante son las experiencias, las compartidas, las regaladas, las que recordamos y valoramos con el tiempo?

¿Cuántos somos los que firmamos pagarés en una “feria” de vehículos equivalente a tres y cuatro años de trabajo? ¿Los que pagamos cual esclavos una pesada cuota de un préstamo al banco pero no podemos ahorrar el 1% de nuestros ingresos?

¿Cuánto gastamos en el “Black Friday” el año pasado? ¿Realmente esa compra fue tan única? ¿Tan necesaria? ¿La financiamos? ¿Cuánto se nos fue, en los últimos doce meses, en seguros, intereses y hasta moras por consumir en base al impulso y no la planificación?

Cada quien tendrá una respuesta a estas preguntas, no me corresponde a mí juzgarlas. Pero, como individuos, como familias y como sociedad, las tenemos que responder.

Las dejo sobre la mesa, con una invitación: No seamos manada. Aprendamos a valorar lo que tenemos, como si fuéramos niños nuevamente. Aprendamos a distinguir lo que es necesario e importante de lo que es un deseo pasajero. Lo primero permanece. Lo segundo, si lo dejas para mañana, o hasta para diez minutos después, de seguro lo olvidarás. ¡Aprendamos!

Fuente: http://www.argentarium.com/