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Los niños juegan y estudian, no trabajan

La población infantil entre 5 y 17 años asciende a 11,1 millones, esto es, que de cada cuatro habitantes, uno esta en ese rango, dato que demuestra la relevancia que debe tener las políticas públicas, como una visión de largo plazo en el entendido que de lo que se haga hoy se garantizará en el futuro buena parte del bienestar de la población, una mano de obra que satisfaga las necesidades del sector productivo y el cubrimiento de la demanda de servicios como la salud y la población. Bajo esa óptica, el país muestra una mejor proyección frente otros, en donde la proporción de niños es menor respecto de la población, lo que denota un envejecimiento mayor y en esos términos una pérdida de productividad y un encarecimiento de la atención pública a los mayores.

Por ejemplo, en Alemania y Japón solo 13% de la población es menor de 16 años y en Estados Unidos asciende a 20%.

Sin embargo, ese potencial atributo poblacional no tiene mayor sentido y por el contrario podría convertirse en un factor adverso si no se le da hoy la atención a los niños, lo que parece no está ocurriendo en la dimensión requerida que no es producto de acciones de coyuntura sino de una visión estructural de largo plazo.

De acuerdo con el Dane, hay un millón 550.000 niños que trabajan o desempeñan labores domésticas en sus casas, con lo cual la tasa de trabajo de los menores es casi 14%, cifra alta y mucho más en el campo y en los pequeños pueblos en los que de los tres millones de niños que viven allí, tienen que trabajar más de 600.000, un 20%. En esos términos, el panorama no es alentador en las cifras de trabajo infantil con una reducción muy baja en los últimos años y denota insolidaridad que no se compadece con la beligerancia en otros aspectos de la vida, cuando en realidad en este tema debería haber más contundencia en el entendido que solo si se garantiza la felicidad de los niños se podrá hablar de una sociedad con valores y consciente de sus responsabilidades.

La verdad es que los niños no deben ser objeto de explotación laboral, sino que deben destinar su tiempo al estudio y al juego.

Pero el drama infantil va más allá. De ese total que tienen que trabajar, más de 1,1 millones no van a escuela, siendo más dramático en la zona rural y entre los que laboran y tienen entre 15 y 17 años que en un 35% no estudian. Sin duda alguna que la situación es un factor que facilita el reclutamiento por parte de los grupos ilegales, genera desprendimiento, poco arraigo social y frustración personal y familiar.

La política de Estado es determinante para corregir la situación, pero los agentes privados, entre ellos las empresas, deben jugar un papel relevante si queremos tener un país mejor en el futuro. Un primer paso sería no explotar laboralmente a los niños. La labor de instituciones como Icbf son determinantes para que verdaderamente haya futuro.

Fuente: http://www.larepublica.co/